Los investigadores han observado que las personas renuncian a recordar información si saben que podrán acceder a ella a través de un ordenador. Pero, a cambio, se preocupan de recordar dónde podrán encontrar esta información.
«Almacenar información fuera de nuestro cerebro no es un fenómeno nuevo», aclara en un correo electrónico la psicóloga Betsy Sparrow, primera autora de la investigación. En una familia, por ejemplo, personas distintas recuerdan datos distintos –desde la receta del bizcocho hasta dónde están las tarjetas sanitarias– y comparten la información cuando lo necesitan. Este es un tipo de memoria de grupo en el que se accede a datos almacenados en cerebros ajenos. Lo que es nuevo, señala Sparrow, es la magnitud que ha adquirido el fenómeno con los buscadores de internet.
En uno de los experimentos, los investigadores pidieron a un grupo de voluntarios que introdujeran cuarenta datos en un ordenador. Eran datos como los del Trivial, del tipo «un ojo de avestruz es más grande que su cerebro». A la mitad de los voluntarios se les dijo que la información quedaría guardada en el ordenador; a la otra mitad, que se borraría. Resultado: quienes pensaron que la información se borraría recordaron mejor los datos.
En un segundo experimento, los investigadores pidieron a los participantes que buscaran información y la guardaran en una carpeta del ordenador. Tenían cinco carpetas distintas para guardarla. Resultado: cuando más tarde se les preguntó sobre aquella información, no recordaban la respuesta pero recordaban la carpeta donde podrían encontrarla. Habían cambiado el qué por el dónde.
«La memoria humana se está adaptando a las tecnologías de la información», destaca Sparrow. La investigadora predice que «seguiremos siendo especialistas y recordaremos los datos concretos de las cuestiones que nos interesan». Pero espera que «liberar el cerebro de la exigencia de memorizar datos innecesarios, sobre todo en la educación, permitirá mejorar en la comprensión de conceptos».
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