Ese día, en las instalaciones de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) , el investigador Berners-Lee, a sus 36 años, publicó una página simple en la dirección http://info.cern.ch/hypertext/WWW/TheProject.html, para lo cual usó un servidor NeXT –fabricado por la empresa del mismo nombre, creada por Steve Jobs–. Antes de esto, solo había publicado páginas en prueba que él o su equipo podían ver.
Por obvias razones, el contenido de la página era el propio proyecto WWW, con detalles técnicos sobre el hipertexto, cómo crear nuevas páginas, cómo en el futuro se podría buscar información en la Web, preguntas frecuentes, un listado de las personas involucradas en el proyecto y la forma como los interesados podrían colaborar. A partir de allí, esa misma página se actualizaría a diario con noticias del proyecto, y su creador tal vez no sospechó las dimensiones del proyecto, por lo que ni siquiera hizo capturas de pantalla de esta primera página.
Aunque esta página era pública, solo quienes tenían un navegador web y conocían su dirección podían acceder a ella: Tim Berners-Lee, su equipo de trabajo, los colegas del CERN y unos pocos visitantes externos. Pero desde entonces empezaron a surgir instalaciones de servidores web, y en 1993, cuando apareció el navegador Mosaic, se dio el despertar de la Web, y de paso, el de la propia Internet, que hasta entonces era una red difícil de usar y estaba solo al alcance de gobiernos y universidades.
En 1994, Tim Berners-Lee fundó el Consorcio World Wide Web (W3C) para crear estándares que la impulsaran, y a partir de entonces la explosión de este nuevo medio fue tal, que durante muchos años –y aún hoy– muchos confunden Internet con la Web, aunque esta última sea solamente un sistema de distribución de información más popular que utiliza la infraestructura de Internet, solo comparable con el aún más veterano correo electrónico.
Dos décadas después, ¿qué sería del mundo sin la Web? ¿Qué pasaría si los más de 2.000 millones de usuarios de Internet no tuvieran acceso a los sitios de sus empresas, centros de estudios, bancos y gobiernos? ¿Y si las personas no contaran hoy con la posibilidad de buscar y acceder a información del mundo en segundos, sino que tuviera que acudir a métodos que hoy parecen de varios siglos atrás?