A Steve Jobs se le recuerda como un genio que transformó el mundo, aunque no siempre a mejor. Los más críticos con él no le perdonan que los productos que el norteamericano creó no tienen una vida útil más allá de los cuatro o cinco años.
“El Padrino de la Obsolescencia” le han llegado a llamar, por haber dirigido una empresa cuyos aparatos caían en desuso no porque se estropearan
El mayor ejemplo de esta práctica es el iPhone. La primera versión que se puso a la venta en España, el iPhone 3G, dejó de recibir actualizaciones de software en 2011, dos años y medio después de que se pusiera a la venta.
El iPhone 3Gs, que llegó a las tiendas a mediados de 2009, no puede actualizarse a iOS 7, un sistema operativo de 2013, lo que hace que su vida útil sea de 4 años. Pero hay truco, ya que muchos usuarios que actualizaron a iOS 6 en 2012 se arrepienten de su decisión: esa versión ralentizaba el funcionamiento general del teléfono. Por lo tanto, volvemos a ver el ciclo de los 2 años y medio de vida.
La misma historia se repite con el iPhone 4. El último teléfono que presentó Steve Jobs empezó a comercializarse en junio de 2010 todavía acepta la última versión de iOS, pero sus usuarios no pueden disfrutar de funciones como Air Drop ni los filtros en las fotos. Además, no son pocos los usuarios que se quejan de falta de fluidez general.
El problema está en que lo verdaderamente estimulante del iPhone –sus apps- también se actualizan, y dejan de ofrecer soporte para antiguas versiones de iOS. Así, se da el escenario de que si no actualizas tu sistema operativo, podrás dejar de disfrutar aplicaciones tan necesarias como WhatsApp.
Esta circunstancia ‘empuja’ a que compremos los últimos lanzamientos de Apple como locos, en busca de la rapidez y fluidez de los nuevos aparatos, dos rasgos que lamentablemente irán desapareciendo con el paso del tiempo.
Apple no es la única
Pero Apple no es la única empresa que sigue estas prácticas. Google, la empresa cuyo lema es “Don’t be evil” (no hagas el mal) hace exactamente lo mismo con Android. O incluso es peor. Las nuevas versiones de su sistema operativo no son compatibles con la gran mayoría de teléfonos que están en los bolsillos de sus clientes. Muchos de los que quieran disfrutar de Android 4.4 tendrán que cambiar de terminal.
Una lástima, porque al final en todos se ve vídeo, se navega por Internet, se escucha música, se reciben llamadas y se envían mensajes. Lo único que les diferencia es la rapidez (y el precio, claro). No hay un salto cualitativo en sus funciones que justifique que haya que cambiarlos en tan poco tiempo. El único argumento es el económico: el beneficio de estas grandes empresas.